No todos los mortales
están preparados para apreciar la "exótica" belleza de Estación
Central -como diría don Hermes respecto a su enigmática hija, Betty, la fea-.
Incluso es probable que tal como con un mino porfiado de cara, el vulgo se
refiera a ésta como un simpático lugar antes de llamarlo lindo. Ay de ellos/as,
pobres infelices. Porque Estación Central tiene un encanto único, pícaro, al
borde de lo ¿huachaca?
Déjenme contarles mi
historia. Conocí Estación Central en 2007, cuando me trasladé a estudiar a
"la capitale". Era una cabra hueona, cuyos conceptos de lo estético
estaban encerrados en las clásicas casillas impuestas por el capitalismo
(yaaaaaaaaaaaaaaaaaa, oeeeeeeeeeee). Si bien había visitado la comuna en mi
prístina infancia, no era mucho lo que recordaba. Pero un día llegó esa magna
fecha de ir a matricularse a la nunca bien ponderada y siempre vilipendiada
Usach. Mi tía y yo llevábamos nuestras canastas con panes con pernil de
shansho, el buen huevito duro, todo lo que provisiona a un rancagüino de
corasound.
Y nos bajamos de
nuestra carreta tirada por vacas colocolinas. Lo primero que pensé fue
"puta que es cochino". Sí, pues el común de los mortales, más que
encontrar fea la zona aludida, la encuentran cochina, desalineada, sin mucho
cuidado facial, ¿me captan la ondita?
No recuerdo bien si
ese mismo día o semanas después mi tía me acompañó a buscar un sitio donde
vivir. La cosa es que recién en ese momento comencé a deshacerme de ciertas
ideas y pude empezar a apreciar la belleza bellaca del lugar. Es así como
recorrimos Villa Portales, un sector muy cachilupi y con harta historia. Le
cuento: se trata de un barrio insigne para la arquitectura shilena, pues innovó
en la manera de pensar la vivienda socialsss.
Es de lujo. Hay más de
30 blocks con mosaicos fresas, bajorrelieves hechos eminentemente bajo los
efectos de mary jane y plazuelas shuer locas. Además los edificios están
conectados a través de pasarelas supersónicas... En fin, Villa Portales es la
raja y su arquitectura se fusiona con los espacios de la Usach que la rodean.
Chitaquelindo.
Yo viví en Villa
Portales poh, tal como una celebridad en Manhattan (?) Si bien no estuve en uno
de sus blocks, sí arrendé en una de las casas que se ubican dentro del complejo
habitacional. Era "loco, bien loco, bien loco". Todos los días
caminaba a clases, de vuelta de éstas y lookeaba los edificios, la gente, los
perros y los gatos, todas esas cosas "maravillosas y desconocidas",
diría mi querido Mario Hugo.
Con las semanas, mis
amistades me llevaron a recorrer -ellos me llevaron, yo no quería XD- Meiggs,
"Estación Central Center" -entiéndase lo referido al comercio- y
lugares varios. Era la zorra. Medio cochino, pero la zorra: gente vendiendo
anticuchos en la calle; mancebos y bellacas huachiturras ofreciendo mp3 de
hipsters - yo estaba japi, japi, porque todavía pertenecía a la dimensión del
discman-; individuas e individuos tocando guitarra eléctrica en medio de la
cashe, en las micros, aplicándole al jazz en la estación de trenes; galerías de
libros y revistas del año del copi... Todo era la raja
Y aunque usted pueda
decir "no te dai cuenta el énfasis que le ponís a la idea de consumir,
capitalista culiá", yo le respondo "mira gil culia@, don Gabriel
Salazar estaría feliz en Estación Central, porque la gente se apodera de la
cashe". Ya, muchos se empoderan pagando patente, otros no. Pero la hueá es
que éste es mi texto y yo mando, así que cierra el hocico XXXXXXX.
Además, los
cachivaches son ultra baratos, así que qué tanto.
¿Quieren saber más?
Cuenta la leshenda -mentira, lo dice un capítulo de Canción Nacional, el
programa de C13- que en los ochenta parte de la movida punketa, new wave y toda
la gente shuer loca de esa década se arrejuntaba en una especie de galpón de
Matucana, una de las calles más cochinas de Estación Central. ¡Cómo le quedó el
ojo!
Además, la comuna
también tiene su componente romanticón por la misma presencia de la Usach. Lo
anterior, por sus áreas verdes abiertas al público -aunque muchos quisieran
cerrarla y unos cuantos doble estándar se quejen de que caminan por allí
huachiturros- y la estación de trenes, que en sí misma hace referencia al
compadre de la Torre Eiffel. Súmale sus grandes alamedas al estilo Allende y
las protestas en el frontis de la Usach, el olor a lacrimógena cuando queda la
zorra y las intervenciones shuer locas y artísticas en magno espacio -éstas
últimas son más tranquilas, así que apacíguese-. Ya sé, a algunos no les gusta
mucho el hueveo, a mí tampoco me fascina. Pero una hueá es una hueá y otra hueá
es otra hueá XD.
En otras palabras: la
ciudad es pa' habitarla, no pa congelarla en una foto de putifrunci. "A lo
vio". Y hay otro lolo que también ama Estación Central. Un tal Redolés que
le dedica poemas a una lola bellaca, a los machos de la comuna, a su gente
pulenta.
En fin, yo amo
Estación Central con fervor y frenesí. Aunque digan que asaltan a los pajarones
y a los gringos de paso por allí -gringos, otro dedito hacia arriba para la
comuna; Aunque huela a alcantarilla cerca del Mall Alameda; Aunque la gente sea
fea -todos los dicen XD-; Y aunque muchas veces te cierren el metro, porque mis
queridos correligionarios de la Usach se ponen a quemar neumáticos fuera de
donde vivo -miraquépoético-.